FERNANDO RUIZ.- Duna tiene 30 años y trabaja como enfermera en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid desde hace seis. Desde el día 15 de marzo, cuando ya se había desencadenado la crisis sanitaria por la pandemia de COVID-19, dejó su labor en planta y se dedicó íntegramente al trabajo en las urgencias de este centro hospitalario madrileño. Duna, nos cuenta que “desde el primer día que se desató la pandemia, nos empezaron a llegar pacientes con síntomas de coronavirus”.
Esta enfermera madrileña añade que “en el Clínico se empezaron a cerrar servicios y hubo un momento que todo el esfuerzo se centró en los pacientes con COVID-19, aunque en un principio no se trataban como tal”. Duna ha sido cooperante en varios países africanos como Camerún o Marruecos, pero afirma que “jamás había vivido una situación similar”
Asegura que lo que más le impactó fue la aglomeración de personas, que ella define como auténtica saturación y reconoce que le preocupa más “su estado anímico y emocional y el de sus compañeras, antes que el estado físico” a pesar del volumen de trabajo. “Tu labor con un paciente con coronavirus no dista mucho de la que haces con pacientes con otras enfermedades. Una vez conoces la dolencia tu función no es compleja, pero todo esto agota psicológicamente” advierte Dunia.
Reconoce que al acercarse al hospital siente “un nudo en la garganta cuando llega la hora de entrar”. Afirma que son muchas emociones y preguntas en su cabeza, “¿Tendré mascarilla buena?, ¿gafas?, ¿bata?, ¿me infectaré hoy?, ¿cuántos pacientes llevaré hoy?” y añade que son “momentos de crisis para darte cuenta de lo que eres en el Hospital, peones de una partida de ajedrez”.
“Da igual si caes, nadie se preocupa, lo único que importa es el trabajo y que salgan los números que ellos esperan. No quiero que me digan que tengo mucho valor, que soy una heroína, que me suban el sueldo, que me regalen los oídos por lo bien que trabajamos, solo pido que me den el material imprescindible para no contagiarme y que cuando lo pida no me llamen histérica y ansiosa” afirma.
Duna afirma con pesar que “las ganas van en descenso cuando todos los días, ir al Hospital, es una lucha constante para que te den un EPI que cumpla con la normativa, que me proteja del contagio, de realizar mi trabajo con la máxima seguridad para mí y mis compañeros” y añade que tampoco le anima demasiado ver como a las compañeras que se incorporaron en los momentos más difíciles, para ayudar y sacar adelante el ingente, duro y difícil trabajo que supone esta pandemia, y ahora que se ha logrado contener la hemorragia de pacientes, no se les reconoce en absoluto ese esfuerzo, rescindiendo contratos y enviándolas al paro”.
Un Comentario
Mayte
Silencio, un inmenso silencio…
Llegar al hospital en el que llevas 16años trabajando y ese silencio .. En la calle, en la entrada, en el parking.
Miradas, mirar de lejos a tus compañeros, cruzar miradas que decían todo. Miradas de tristeza profunda. Ojos llorosos, nudos en el estómago, en la garganta. Llanto contenido.
No saber qué vas a encontrar hoy, que habrá cambiado, quien estará y quien no.
Cambiar de traje, respirar profund y… Nuestra mejor cara para dar todo un día más, ell@s lo merecen.
Rabia, esa rabia, frustración al no tener protección, a oír que hay que reutilizar, que no hay suficientes.
Miedo, miedo a caer, miedo a poner en peligro a compañeros, pacientes, familia. No saber ni día ni hora,tampoco importa.
Llegar a casa a la hora que sea, dando una vuelta más con el coche para poder llorar, sola. Miedo a acercarte a tus hijos, a tu familia. No poder abrazar ni besar en un momento que lo que pide es un abrazo fortísimo. Ritual higiénico….
Y mañana será un día más, un día menos.
Gracias a todos mis compañeros por saber estar ahí… Gracias. 💋