La enfermedad de Parkinson afecta a 160.000 personas en España. Es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente en nuestro país y se prevé que esta cifra aumente en las próximas décadas debido al envejecimiento de la población.

No existe aún una causa única que explique su origen, pero se sabe que factores como la edad, la exposición a determinados factores ambientales o traumatismos craneales pueden aumentar el riesgo de su desarrollo. El párkinson es crónico y progresivo en las personas que lo padecen. El manejo interdisciplinar de la enfermedad es fundamental, donde la enfermera juega un rol determinante. Sus cuidados y el tratamiento que proporcionan marcan la diferencia en la sintomatología de los pacientes y en el impacto que tiene la enfermedad sobre su salud mental. Además, el párkinson es una enfermedad que, a medida que va avanzando requiere de un mayor número de cuidados más específicos.

«Además del tratamiento farmacológico o las técnicas empleadas para optimizar la calidad de vida de los pacientes, como puede ser la estimulación cerebral profunda o el tratamiento con ultrasonidos de alta intensidad, es importante prestar atención a cuidados como realizar un seguimiento individualizado para detectar carencias nutricionales o prestar atención para evitar interacciones con la medicación. Además, muchos pacientes presentan estreñimiento, el cual puede mejorar con una adecuada ingesta nutricional o con ciertas pautas, como establecer una rutina diaria o elevar las rodillas con un banco en el WC», explica Tamara Jiménez, enfermera experta en trastornos del movimiento en una nueva entrega de Cuídate con tu Enfermera.

Una adecuada ingesta nutricional puede evitar el estreñimiento

Los pacientes con párkinson pueden manifestar también disfagia, que es la dificultad para tragar, un síntoma que las enfermeras pueden ayudar a manejar. «En estadios avanzados de la enfermedad, pueden tener dificultades para masticar y coordinar los movimientos de la lengua al deglutir. Algunas recomendaciones útiles incluyen aprovechar a ingerir en “ON”, es decir, cuando el paciente tiene mejor movilidad para la ingesta, sentarse correctamente y evitar las distracciones durante las comidas, lo que puede ayudar a prevenir atragantamientos. Un problema frecuente en estos pacientes es el freezing o bloqueo de la marcha. Para reducir estos episodios y mejorar la movilidad, podemos enseñarles diversas estrategias, como evitar espacios estrechos, utilizar calzado adecuado y asegurar una correcta iluminación. Además, el uso de pistas visuales o auditivas puede ayudar tanto a prevenir los bloqueos como a superarlos», sigue la experta.

Trastornos del habla

Muchos pacientes presentan trastornos del habla debido a la evolución de la enfermedad. En ocasiones presentan hipofonía, un tono de voz más bajo o dificultades en la articulación de las palabras. «A través de técnicas de comunicación adecuadas, podemos favorecer una mejor interacción con su entorno. Para ello, se recomienda animar a los pacientes a controlar la respiración mediante técnicas de relajación, practicar ejercicios de expresión facial o incluso derivar al logopeda si es necesario», explica.

Salud mental

No debemos olvidar que esta enfermedad tiene un impacto psicológico importante tanto en quienes la padecen como en familiares y cuidadores. El estrés, la ansiedad y los trastornos del control de impulsos suelen ser frecuentes en episodios avanzados de la enfermedad. «El estrés, la ansiedad, los trastornos del control de impulsos e incluso las alucinaciones son alteraciones que podemos detectar y abordar. Como enfermeras, recomendamos fomentar la socialización con su entorno, practicar técnicas de relajación que reduzcan la ansiedad y mantener una buena higiene del sueño», concluye la enfermera.