ÁNGEL M. GREGORIS.- “Seguramente tú seas el último que hoy escuche mi voz, sólo te pido que cuides de los nuestros, que sois vida y muchas gracias por todo lo que estáis haciendo”. Fue con estas palabras con las que una mujer de 47 años le agradeció a Joan Pozas todo lo que estaban haciendo los sanitarios contra el coronavirus minutos antes de entrar en la UCI. Él había sido el encargado de explicarle dónde iba y por qué. Ella, consciente de su gravedad, le cogió de la mano y le pidió también que le diese las gracias a su familia “por darme los mejores años de mi vida”. Joan, a pesar de las lágrimas, pudo decirle que sería ella misma la que se lo diría cuando saliese de allí. Esta es una de las muchas historias que ha vivido el enfermero en el Hospital del Mar (Barcelona) durante la crisis sanitaria a la que se están enfrentando todos los profesionales, pero, sin duda, es de las que más le marcó.
Reconoce que durante estas semanas ha tenido días muy complicados. Sobre todo, ese momento en el que le dicen: “Para, no podemos hacer nada más por este paciente”. “Cuando tienes la percepción de que quizás sí se puede hacer más o que en otras circunstancias podríamos haberlo hecho, se te hace muy difícil entender que tienes que salir del box, quitarte el equipo y parar”, afirma Joan, que recuerda que cuando entras a estudiar enfermería “lo que prima es la vida, de calidad”. “He llegado a casa llorando porque mi cabeza no era capaz de entender que yo tuviera que dejar de luchar por la vida de una persona. En el siglo XXI, con un supuesto estado del bienestar, es muy duro tener que plantearse priorizar unas vidas por delante de otras solo porque faltan recursos”, reconoce.
Con la llegada de cada vez más casos y el aislamiento de los pacientes como pautaban los protocolos, desde el hospital comenzaron a idear la manera de poner en contacto a las personas contagiadas con sus familiares. Él, de hecho, mientras que se preparaba y se compraban algunas tablets para ello, utilizó su móvil personal para unir a personas a las que unos segundos de llama les suponía un mundo. “Había un paciente con ventilación mecánica no invasiva que no estaba muy bien adaptado, estaba intranquilo y le dije que, si aguantaba unas horas con la máquina, llamábamos a su familia. Él no era candidato a ser intubado ni a la UCI, su techo terapéutico era esta máquina y mi proposición funcionó. Al rato entré con el móvil protegido en una bolsa e hicimos la videollamada. Al final, él se puso a llorar porque había podido ver a sus nietas y a sus hijas. Ahora, está en planta”, cuenta Joan.
Poco después esas videollamadas se instauraron con todos los pacientes. Una enfermera referente de información es la que se encarga de programarlas y ellos cuando están dentro las llevan a cabo. “El hecho de que puedan contactar con las familias les tranquiliza mucho e, incluso, yo diría que mejoran a nivel respiratorio. Están más relajados”, afirma.
Para él, esta crisis en un futuro pondrá de manifiesto que la fortaleza del Sistema Nacional de Salud es gracias a los profesionales. “La fuerza, la calidad humana y la profesionalidad de la gente es quien mantiene este sistema”, asegura.
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