ÁNGEL M. GREGORIS.- El continuo envejecimiento de la población es una de las características más reseñables en la demografía española. En los últimos tiempos, tanto la esperanza de vida como la edad media de la población ha ido en aumento y la necesidad de prevenir enfermedades y dolencias que aparecen a estas edades es uno de los grandes retos de los profesionales sanitarios.

Una de las patologías más recurrentes entre la población anciana es la disfagia orofaríngea, dificultad o incomodidad para formar o mover el bolo alimentario desde la boca al esófago, que puede tener consecuencias graves para el paciente y llegar a producir problemas de salud y merma de su calidad de vida, así como para la familia y el sistema sanitario.

“La disfagia es especialmente prevalente en pacientes con enfermedades neurodegenerativas como el párkinson y la demencia, y también es muy frecuente encontrarla tras un accidente cerebro vascular”, afirma Mª Victoria Sánchez Peláez, autora principal de la revisión bibliográfica “Disfagia orofaringea en el anciano hospitalizado: prevalencia, métodos diagnósticos y cuidados de enfermería” publicada por la revista Nuberos Científica.

Para hacer frente a este problema, Sánchez aboga por protocolizar el diagnóstico y tratamiento de este problema para que todos los profesionales “identifiquen, traten y prevengan las consecuencias de la disfagia usando los mismos métodos y registros”. En el momento de implementar este protocolo, considera que es imprescindible que se lleve a cabo una adecuada formación a todos los profesionales implicados en las actividades.

Tras realizar el estudio, la enfermera concluyó que “es necesario el uso de los test clínicos para la valoración de la deglución a distintos volúmenes y viscosidades, permitiendo con ello detectar por un lado signos de disfagia y por otro identificar el volumen y densidad más adecuado para alimentar al paciente”.

Además, Sánchez subraya que la enfermería debe liderar este tema en la práctica clínica porque “somos los que trabajamos a pie de cama, estamos en continuo contacto con el paciente y es fundamental nuestro papel a la hora de identificar síntomas de disfagia.

En muchas ocasiones, los pacientes tienen algún grado de dependencia que hace que sea fundamental implicar a los familiares o cuidadores en sus cuidados. “Hay que conseguir familiarizarlos con el problema y con las medidas generales y dietéticas del tratamiento para así prevenir las consecuencias de la disfagia”, afirma Sánchez, que resalta que son las enfermeras la que deben hacer este trabajo y formar tanto a los pacientes como a los familiares.