ALICIA ALMENDROS.- Paz Vaquero, enfermera de Neumología en el Centro de Especialidades Hermanos Sangro perteneciente al Hospital Gregorio Marañón (Madrid), es una de las sanitarias que lucha día a día para frenar la pandemia en nuestro país. Pero no sólo eso, Paz lucha contra un enemigo más: un cáncer de recto que le fue diagnosticado en el año 2019. “Mi citaron de la consejería para el programa “Prevecolon” y la verdad que de primeras no estaba muy animada a ir, pero mi marido me insistió y me hice la prueba. Salió positivo y al poco tiempo me hicieron una colonoscopia. Fue ahí cuando me quitaron cinco o seis pólipos, todos malignos, y un carcinoma in situ en el recto de dos centímetros que infiltraba submucosa”, explica la enfermera. A partir de ese 1 de febrero de 2019 comenzó su lucha. “Entras en una rueda de pruebas, resonancias, TAC, marcadores tumorales, de no saber si te van a operar o no… En mayo de ese año terminé con los rastreos y el resultado fue bueno: no había otro tumor en ningún sitio. Además, el comité de tumores decidió hacer sólo resonancias y no cirugía, y desde entonces me hacen controles cada seis meses”, comenta Vaquero.
Hasta el momento sus revisiones van bien, pero como muchos pacientes con cáncer la pandemia ha retrasado un poco todo el proceso. “La verdad que yo he tenido mucha suerte. Justo tenía cita para un tac en marzo de 2020 y me lo hicieron antes de que empezara todo. Los resultados me los dieron de forma telefónica y, es cierto, que la siguiente colonoscopia la tenía en mayo y me la retrasaron a mediados de junio por la situación que había”, argumenta. A pesar de su situación, esta enfermera no se planteó en ninguna ocasión, ni por su patología ni por su edad, quedarse en casa durante la pandemia. “Es cierto que tengo todo controlado, pero en ningún momento pensé cogerme la baja. Me encuentro bien, me canso un poco más que mis compañeros, pero puedo seguir trabajando. Mi familia, sobre todo mis hijas y mi madre, sí que comentaron que cómo iba a exponerme en mi situación; pero han respetado mi decisión y he venido cada día”, explica.
En el centro de especialidades en el que trabaja tuvieron que reorganizar todo. La mayoría de sus compañeras fueron a echar una mano al hospital, a los hoteles medicalizados, a salud laboral… “y la gran mayoría hizo una labor encomiable haciendo de nexo de unión entre familiares y pacientes”, apostilla. Aún así el centro permaneció abierto para curas, visitas a ginecología… “pero lo que más hacíamos era el cribaje de placas de rayos X. Es decir, todas las radiografías de primaria de despistaje de COVID venían aquí a hacérselas antes de ir al hospital”, añade. Todavía no han recuperado la normalidad total, pero todas las consultas ya están abiertas, aunque atienden a la mitad de los pacientes de forma presencial y a la otra mitad de forma telefónica. Lo que también ha cambiado es el tipo de paciente. Ahora más de la mitad de las consultas están relacionadas con COVID. “En la consulta de neumología, por ejemplo, solíamos tener pacientes con cáncer de pulmón, EPOC… en cambio ahora de 10 pacientes, seis o siete son poscovid, sobre todo gente que padece disnea después de la enfermedad”, resalta la enfermera.
Las consultas telefónicas han ocupado un puesto importante en centros de salud y hospitales, pero Paz reconoce que lo que necesitan ahora son más profesionales. “Tened en cuenta que, en el caso de mi centro de salud, los neumólogos fueron los primeros en cerrar las consultas durante la primera ola porque en los hospitales eran más necesarios, y desde entonces tenemos mucha gente en lista de espera. Necesitamos más manos para poder abarcar lo que nos espera cuando esto termine”, finaliza.