DAVID RUIPÉREZ.- ¿Por qué no debe desaparecer el periodismo de investigación? La respuesta le quedará clara al salir del cine tras ver Spotlight. Cuando los medios han visto esquilmadas sus plantillas y las historias anecdóticas e interesadas priman sobre la cobertura de los problemas de fondo resulta inviable que varios periodistas se dediquen durante semanas a investigar un único tema. En el periodismo de hoy es una utopía incluso en los medios con más solera del planeta. Y entonces quien pierde es la sociedad, porque ganan los malos. Spotlight muestra la historia real de los periodistas del diario The Boston Globe que destaparon uno de los mayores escándalos que han sacudido los cimientos de la Iglesia Católica, un sistemático encubrimiento de los abusos sexuales hacia menores cometidos por un nutrido grupo de sacerdotes.
El guion es brillante, hilan-do los acontecimientos de una historia compleja para que el espectador no se sienta perdido y se sumerja en la gestación de una gran exclusiva que tuvo alcance mundial. Habla de la valentía y el tesón de unos profesionales en busca de la verdad sin los tópicos artificios —al menos sin muchos de ellos— del periodista de botella de whisky, atormentado y que se cree un Mesías de la información y la verdad. Uno se pone en la piel de los reporteros que descubrieron una verdad incómoda dentro de una ciudad como Boston donde el catolicismo tiene un peso específico. También invita a reflexionar sobre la doble moral de una sociedad que prefiere mirar para otro lado antes que perder la fe.
Un gran trabajo
El día a día de la investigación periodística, la lucha contra un sistema en plan caballero sin espada, tirar del hilo y publicar las pruebas de un delito -en este caso, que excede lo inmoral-, son algunos de los grandes -y escasos- placeres que puede tener un periodista de investigación. Lo demás es una vida estresada, un sueldo discreto y que cualquiera piense que puede hacer tu trabajo. No, cualquiera no pudo hacer lo que hicieron aquellos periodistas del Globe.