ÁNGEL M. GREGORIS.- Fatiga, dolor crónico o alteraciones del sueño son algunos de los síntomas que presentan habitualmente las personas que sufren enfermedad inflamatoria autoinmune. La educación por parte de la enfermería es imprescindible para reducir la ansiedad y enseñar a gestionar el dolor de estos pacientes.
Ante esta realidad, miembros del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga pertenecientes a la Unidad de Gestión Clínica Intercentros de Reumatología, liderados por la enfermera Laura Cano, han diseñado dos talleres que consiguen mejorar el dolor y la fatiga de estos enfermos. “Después de años trabajando con pacientes que padecían patologías autoinmune inflamatorias vi que aunque mejoraban con los tratamientos, seguían teniendo algo de dolor y fatiga. Revisé diferentes publicaciones y comprobé que no había mucha evidencia de si los programas educacionales pueden ir bien para estas enfermedades, por lo que diseñé esta idea y comencé a pilotarlo”, cuenta Laura Cano.
El proyecto se divide en dos fases. En la primera, la educativa, Cano se encarga de enseñar a los pacientes –en grupos de ocho- cómo gestionar mejor su dolor y fatiga, independientemente del tratamiento que tengan. “Mezclamos pacientes con los cuatro tipos de patologías: la artritis reumatoide, la psoriásica, la espondilitis y el lupus, que entre sí son enfermedades muy distintas, pero que tienen un nexo común, el cansancio y el dolor”, afirma Cano.
Posteriormente, tres meses después de la primera fase, algunos de los pacientes realizan un segundo taller sobre restructuración cognitiva. “En esta ocasión, la sesión consistía en manejo de pensamientos y emociones porque muchas veces, cuando tienen dolor crónico, terminan por meterse en una dinámica de pensamientos disfuncionales que crean ansiedad y depresiones”, subraya la enfermera. El propósito en este taller era romper ese círculo vicioso del pensamiento de creer que no sirven para nada y transformarlo.
“Es un taller mucho más complejo y a los seis meses vi que los dos grupos mejoraron y, además, la mejoría se mantuvo en el tiempo incluso en los pacientes que no realizaban el segundo taller”, comenta Cano.
Entre las actividades que realizan, los pacientes tienen que definir lo que les ha supuesto la enfermedad en una palabra para después intentar transformarlas en algo que no sea negativo, sino neutro o incluso positivo. “Para ellos, su enfermedad supone discapacidad, ruina y otros sustantivos muy negativos, pero es posible hacerles aprender que estos pensamientos no son operativos, sino automáticos y disfuncionales y, en muchas ocasiones, aprender a transformarlos”, manifiesta.
Laura Cano también sufre una espondilitis anquilosante, por lo que, además de enfermera, está enferma. “Tengo una espondilitis anquilosante y esto es un punto positivo a la hora de trabajar con estos pacientes porque ven que alguien que tiene la formación y los conocimientos necesarios, está sufriendo lo mismo que ellos y puede ayudarlos”, relata Cano, que considera que eso es algo que juega a su favor porque “sé lo que sufren y sé hasta qué punto puede llegar a tirarte la vida abajo”, concluye.