ÁNGEL M. GREGORIS.- Juntar a Penélope Cruz y a Javier Bardem en una película es sinónimo de éxito asegurado. Si no de taquilla, sí de interpretaciones. Los dos únicos actores españoles con un Oscar en su vitrina de premios se vuelven a unir en Todos lo saben, la nueva cinta del director iraní Asghar Farhadi, que narra la angustiosa historia de un secuestro, que se ve empañado por las rencillas familiares y de vecinos en un pequeño pueblo español.
Una siempre impecable Penélope Cruz (Laura) viaja desde Buenos Aires hasta el lugar de su nacimiento para acudir a la boda de su hermana. Es en ese momento cuando su hija mayor desaparece y toda la familia lucha incansablemente para encontrar a la adolescente. El fatídico acontecimiento desvela los secretos más ocultos de la familia y pone al filo de lo imposible a todos los presuntos culpables. Misterios que se han mantenido escondidos durante años, pero que “todos lo saben”, salen a la luz en los momentos más difíciles. Un paseo por los problemas de una familia de la España profunda, que, a pesar de todo, tienen que estar unidos para aparentar. Bardem, por su parte, interpreta a Paco, un empresario del campo que se ha esforzado toda la vida para llegar donde está. Amigo de la familia de toda la vida se siente en deuda con ellos y se implicará desde el principio del drama, aunque su actual mujer, encarnada por Bárbara Lennie, no verá con buenos ojos este apoyo incansable de su pareja.
Todos lo saben es el colofón de un sueño que tenía el director. Para él, rodar en España era una cuenta pendiente y hasta llegó a bromear con que igual esta obsesión se debía a que en su anterior vida fue español.
Reparto magistral
Ricardo Darín, Inma Cuesta, Elvira Mínguez, Sara Sálamo y Ramón Barea, entre otros muchos, completan un reparto magistral lleno de caras conocidas que guía al espectador por una trama que mantiene el misterio hasta el final, pero que a la hora de cerrar te deja muy frío. Los escenarios, los diálogos y los movimientos de cada uno de los personajes nos trasladan a un mundo que, en la realidad o por lo que nos hayan contado, todos conocemos. Un mundo en el que hay que sonreír, aunque sólo se quiera llorar y en el que hay que poner buena cara hasta en los peores momentos.
La trama tiene un desenlace, sí, pero te deja con ganas de más, con ganas de conocer el verdadero punto y final de la historia; un punto y final del que, probablemente, jamás ni en el pueblo se lleguen jamás a enterar.