MIRIAM MONTERO.- En Bolivia, 8 de cada 10 mujeres sufre algún tipo de violencia. Esta violencia suele comenzar en la infancia, lo que les genera inseguridades, dependencia emocional, percepción de amenaza, tensión, tristeza, desconfianza, baja autoestima, ansiedad extrema, actitud pasiva, pensamientos suicidas, etc.

Efectos

Pero los efectos de esta violencia no sólo les repercute a ellas; ya que también tiene consecuencias en sus hijos e hijas, manifestándose en agresiones entre hermanos y hermanas, pesadillas, fracaso escolar, problemas de aprendizaje, aislamiento, retraimiento, rencor, miedo, desconfianza, baja autoestima, poca estimulación psicomotriz, angustia, timidez, abandono del hogar, conformación de familias a temprana edad, noviazgos, relaciones violentas y normalización de la violencia en cualquier relación.

Pero obviamente, este tipo de violencia no se queda ni afecta sólo al hogar, ya que estos mismos patrones de comportamiento se reproducen en el ámbito de las relaciones sociales: escuela, comunidad, trabajo… lo que implica un círculo vicioso que perpetúa la violencia contra las mujeres. Esta violencia se origina en relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres, construidas socioculturalmente y sustentadas en la creencia generalizada de la supremacía de lo masculino sobre lo femenino. La violencia hacia las mujeres es entonces una manifestación de la discriminación y, a la vez, un mecanismo de control, que impide el goce de derechos y libertades en igualdad de condiciones.

Protección

El que exista una normativa que proteja los derechos humanos de las mujeres y tenga el propósito de luchar por la erradicación de la violencia hacia ellas es un aporte muy importante para que la sociedad internalice el hecho de que existe una violencia estructural contra las mujeres, que la sociedad ha naturalizado y que acepta culturalmente, pero es el momento de cambiar esa percepción, ya que atenta contra los derechos humanos de la mitad de la población. Entonces, las leyes sirven para apoyar a este propósito y su difusión es sustancial para que las mujeres, sobre todo, tengan una herramienta para denunciar la violencia que viven en el día a día.

Datos

Estos datos coinciden con lo observado por la Fundación Levántate Mujer en sus años de trabajo, donde han identificado que la violencia de género y la intrafamiliar afecta a toda la familia. En el trabajo con hombres agresores se ha visto el uso de mecanismos de defensa como el aislamiento emocional, dificultad para comunicar sus sentimientos, baja autoestima, minimizar los conflictos, justificarse y culpabilizar a la pareja, actitudes y creencias machistas que influyen en la relación con su pareja, agresiones a los hijos e hijas —desde el maltrato psicológico hasta el físico— y poca tolerancia a la frustración lo que implica la reacción violenta contra su entorno y principalmente hacia la mujer y sus hijas e hijos. La violencia intrafamiliar suscita dificultades en la relación conyugal, pero también afecta a todas las relaciones afectivas que se crean en la familia, independientemente de su composición. Se genera una comunicación basada en la censura por parte del agresor/ a y la sumisión por parte de la víctima, que impide la negociación y la expresión de emociones y sentimientos. Asumen relaciones violentas y en ese marco interactúan todos los miembros. Por todo ello, es prioritaria la intervención con todos los miembros de la familia para contribuir a erradicar no sólo la violencia intrafamiliar sino también la de género.

 

Esto se hará gracias, al apoyo de la junta de Castilla-La Mancha, con el proyecto “Reforzando los derechos de las mujeres, niños, niñas y adolescentes vulnerables a violencia de género y a la violencia intrafamiliar del municipio de El Alto” en el que se atenderá a al menos 1.000 víctimas de violencia de género y/o intrafamiliar, y sus familias, así como a los hombres generadores de esta violencia. Para conseguir reducir la incidencia de la violencia, se trabajará en la deconstrucción de masculinidades hegemónicas y feminidades subalternas, mediante la reeducación de los hombres generadores de violencia y de las mujeres que viven en situación de violencia, poniendo énfasis en un cambio de actitud y conducta que genere relaciones no violentas.

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