REDACCIÓN.- La situación actual ha obligado a modificar enormemente los hábitos diarios de toda la población y, con ello, los países han tenido que adaptar sus sistemas de salud a la nueva normalidad. Entre otros asuntos, se han intentado minimizar las consultas presenciales en hospitales o centros de salud para evitar al máximo los contactos entre personas.

Sin embargo, hay ciertas dolencias como las heridas crónicas o agudas complejas en las que el paciente se ve obligado a acudir a la consulta de enfermería para someterse a curas con frecuencia. En el caso de las heridas exudativas, un buen manejo del exudado es clave para reducir las visitas y garantizar una buena evolución y calidad de vida.

Actualmente existen tratamientos destinados a cumplir con este propósito y que ha sido incluido recientemente en la financiación pública del SNS para pacientes con úlceras por presión y vasculares. Tras probar su eficacia, la capacidad para controlar el exudado y acelerar la cicatrización ha hecho que se puedan eliminar hasta un tercio de las curas en consulta.

Leonor Hernández, enfermera de la Unidad de Heridas Crónicas del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid), probó el apósito de nueva generación Biatain Fiber con una paciente que lleva seis años conviviendo con una úlcera venosa. “La paciente acudía a consulta tres veces a la semana. Después de dos semanas de tratamiento, viendo que los apósitos no se saturaban, empecé a espaciar las curas a dos días a la semana. Desde entonces, mantengo la frecuencia y no ha sido necesario aumentarla. Esto ha mejorado la calidad de vida de la paciente, que trabaja de lunes a viernes y siempre estaba preocupada por el tiempo que debía pedir para poder acudir a la consulta”, afirma la enfermera.

Tal y como ella explica, cuando llegó la pandemia y el confinamiento, la paciente tuvo que dejar de acudir a la consulta durante seis semanas y realizarse las curas en su domicilio con otro producto. “En este tiempo empeoró la herida”, señala Hernández. De este modo, la paciente evita visitas al hospital en un momento en el que se recomienda reducir la presencialidad en las consultas siempre que sea posible, para evitar cualquier contacto con el SARS-CoV-2.

Reducción de hasta un 70% en las curas

En algunos casos concretos, la frecuencia de las curas puede reducirse aún más. Lo explica otro de los profesionales que han probado el producto, Justo Rueda, enfermero de Atención Primaria en el centro de salud Terrassa Nord y miembro del Comité Directivo del Grupo Nacional para el Estudio y Asesoramiento de Úlceras por Presión y Heridas Crónicas (Gneaupp).

Rueda lo ha probado en tres pacientes, desde un joven con un quiste sacro hasta una paciente de 87 años, con una herida difícil de cicatrizar por traumatismo. Según explica, el que más ha notado el impacto del uso de este apósito es el de una paciente de 53 años con una herida vascular de 18 meses de evolución. “Cuando llegó por primera vez a la consulta me preguntó si le íbamos a amputar la pierna”, recuerda Rueda. “Habían empleado diferentes productos para tratarla, porque su lesión le provocaba importantes dolores, disconfort, y mucho exudado, a causa del cual se producía olor. se han podido reducir las curas hasta un 70%. Ahora estamos haciendo una cura semanal y antes hacíamos curas casi diarias. La herida medía 35 cm. y, en la actualidad, se ha reducido a 12 cm”, explica el enfermero.

La posibilidad de espaciar las curas señala, no sólo “reduce el dolor y el disconfort, como en el caso de la paciente de 53 años, o evita problemas como las bajas laborales, que suelen estar asociadas a lesiones como el quiste sacro que también tratamos con este producto”. Además, en la situación actual de pandemia “es una ventaja adicional, pues reducir las visitas minimiza el riesgo de contagio”.

Pero, además, esta alternativa terapéutica ofrece la posibilidad de “rehabilitar al paciente a nivel social”, como comenta Rueda. “Con una herida con mucho exudado -explica- no se puede salir de casa. Si se controla el exudado, no sólo mejora la limpieza de la herida, con curas menos agresivas, sino que los pacientes ganan en seguridad y autoestima. Y con ello también mejora la relación terapéutica entre profesional y paciente”.

Otra de las enfermeras que han trabajado con estos apósitos es Estrella Perdomo, enfermera responsable de la Unidad de Heridas de Atención Primaria de Gran Canaria en el Centro de Salud Miller Bajo. En su caso, los procesos en los que ha probado el apósito (tres pacientes con diversos tipos de heridas, de entre 29 y 80 años) están aún activos, por lo que la reducción total en el número de curas está por determinar. Pero sí apunta que “al responder tan bien en la gestión del exudado, los bordes de la herida presentan una mayor calidad y el área de la herida no aumenta”.

Por su parte, Hernández apunta que, además de la reducción de consultas, el empleo de esta nueva alternativa terapéutica genera “un ahorro de material adicional de cura (gasas, suero, vendaje multicomponente…) y tiempo para los profesionales de enfermería”.