El enfermero de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario Príncipe de Asturias, Juan Ángel Muñoz, ha presentado, en el Congreso del Consejo Internacional de Enfermeras (CIE) de Helsinki, el trabajo ‘De la desesperación a la acción: una solución CPAP liderada por enfermería durante la COVID-19’. Un trabajo que nació de una urgencia real, vivida en primera línea.
¿En qué consiste el trabajo que se va a presentar en Helsinki?
Este trabajo no parte de un laboratorio ni de un diseño académico. Nació de una urgencia real, vivida en primera línea, en las primeras semanas de marzo de 2020, cuando la pandemia golpeaba con una fuerza inesperada.
Recuerdo el día en que bajé a urgencias y vi a tantos pacientes con tan bajos niveles de saturación de oxígeno y sin posibilidad de ingresar a todos en la UCI. Subí decidido a encontrar una solución. Junto con compañeros de la UCI —un entorno que conozco bien tras más de 30 años como enfermero intensivo—, buscamos en nuestro propio almacén lo que teníamos a mano: alargaderas, reservorios, mascarillas… y una idea clara: crear un CPAP que evitara la intubación. No queríamos fabricar más respiradores. Queríamos que menos pacientes los necesitaran.
Esa propuesta, nacida desde lo asistencial y lo urgente, la defendimos ante la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios. En poco más de dos semanas, realizamos todas las gestiones necesarias para que, el 3 de abril de 2020, la Agencia aprobara oficialmente la pieza conectora que hacía posible ensamblar, de forma segura, todos los componentes médicos necesarios: mascarilla, válvula PEEP, bolsa de reservorio y suministro de oxígeno. Esa aprobación fue un punto de inflexión. Convertía una idea improvisada en una solución validada, utilizable en hospitales de todo el país.
¿Cuáles son las principales conclusiones del trabajo?
La primera es que la enfermería puede liderar soluciones clínicas y técnicas con impacto nacional. La segunda, que la innovación no siempre nace en un laboratorio. A veces, surge de algo más profundo: un turno de noche, un paciente que se asfixia, una conversación entre compañeros, un pasillo de urgencias…
El dispositivo fue eficaz. Evitó intubaciones, mejoró la oxigenación y se utilizó, incluso antes de su aprobación, en hospitales como el de campaña de IFEMA en Madrid. No obstante, lo más importante fue demostrar que, cuando se escucha al personal de primera línea, surgen respuestas que cambian el curso de los acontecimientos.
¿Por qué es relevante para la enfermería y qué aplicación tiene en la práctica diaria?
Porque rompe con la idea de que la enfermería solo ejecuta. Este proyecto demuestra que la enfermería también piensa, diseña, soluciona y lidera. Desde la práctica asistencial se propuso una solución técnica viable, validada por expertos, ingenieros y universidad.
La aplicación es directa. Cuando damos voz a quienes están al pie de cama, la innovación se vuelve real y útil. No se trata solo de tener ideas, sino de tener la legitimidad para desarrollarlas. Este trabajo la reclama con hechos.
¿Cuál es el futuro del proyecto y por qué seguir investigando en esta línea?
El futuro pasa por no olvidar lo que aprendimos: que los dispositivos más eficaces pueden nacer de una necesidad inmediata, si se facilita el entorno para que crezcan.
Este CPAP demostró que la rapidez clínica y técnica puede convivir con la seguridad, y que se puede validar un dispositivo desde lo asistencial sin renunciar al rigor. Seguir investigando en esta línea es apostar por estructuras horizontales, ágiles y colaborativas, donde el liderazgo enfermero no sea una excepción, sino parte natural del proceso.
¿Deseas destacar alguna colaboración especial?
Sí. Nada de esto habría sido posible sin una cadena de generosidad y compromiso. EIMSA se implicó desde el inicio, fabricando los prototipos. Y gracias a la colaboración de la Policía Local del Ayuntamiento de Alcalá de Henares, nos los hacían llegar directamente a la puerta del hospital. HP Sant Cugat ofreció sus recursos de impresión 3D para producir miles de unidades incluso antes de la aprobación. Siempre les estaré agradecido.
José Gómez-Márquez y todo su equipo, desde el MIT de Boston, nos ofrecieron algo más valioso que un visto bueno técnico: nos dieron confianza en lo que hacíamos. A los compañeros del Hospital Universitario Príncipe de Asturias: Pedro, Eduardo, Santiago, Manu, Juan.
A los ingenieros de la Universidad de Alcalá, como Sebastián, que nos facilitaron más prototipos para nuestros pacientes. Y, de forma muy especial, a Luis Miguel Peñalver, el ingeniero que diseñó la pieza que permitió hacer real este dispositivo. Su trabajo ayudó a salvar vidas. Su implicación fue, sencillamente, admirable.
Un mensaje final para los asistentes al Congreso y para quienes lean esta entrevista
Este proyecto no es solo una solución respiratoria. Es una forma de entender la profesión. Qué mejor foro que el Congreso Internacional de Enfermería para decirles, a los familiares de nuestros pacientes, que durante aquellos días nadie estuvo solo. No todos sobrevivieron, pero nadie murió sin ser acompañado.
Por eso cierro esta historia con el convencimiento, el orgullo y la admiración por mi profesión: la enfermería estuvo, está y siempre estará. Este trabajo no es solo memoria. Es testimonio y es propuesta. Porque lo hicimos entonces. Y si hace falta, volveremos a hacerlo.