ÁNGEL M. GREGORIS.- El estrés, la sobrecarga de trabajo y las bajas ratios de profesionales son factores que influyen de manera negativa en la salud mental de todas las enfermeras. Tal es así que un estudio de la Universidad de Michigan publicado en Jama Psychiatry confirma que las enfermeras tienen, aproximadamente el doble de probabilidades de suicidarse que la población femenina en general y un 70% más de probabilidades que las médicas. “Es un dato mucho más alto de lo que esperaba”, afirma el autor principal del estudio, Matthew Davis, profesor asociado de la Facultad de Enfermería de la Universidad. En este sentido, Davis concluye que “nos hemos centrado tanto en el bienestar de los médicos que, históricamente, no hemos prestado suficiente atención a esta enorme fuerza laboral que tiene un riesgo mucho mayor, según nuestros datos”.
La investigación no incluye datos de la época de pandemia, por lo que podría ser una cifra todavía más alta si se incluyesen, ya que el COVID-19 ha incrementado enormemente la presión sobre las mujeres de todo el planeta debido a que, en muchas ocasiones, han tenido que alzarse como cuidadoras en un momento tan difícil como este. “Los sanitarios se enfrentan a muchos factores de riesgo que podrían inducir al suicidio, pero en las enfermeras se ven potencialmente exacerbados por las largas horas de trabajo y la menor autonomía”, destaca el coautor Christopher Friese, profesor de gestión y políticas de salud en la Escuela de Salud Pública de la Universidad.
Para él, existen dos cuestiones clave en el lugar de trabajo. En primer lugar, los sistemas de salud están imponiendo mayores demandas a las enfermeras, los médicos y resto de sanitarios. La reducción de personal, una mayor complejidad de la atención y tareas burocráticas adicionales son algunos de los factores que ponen en riesgo la salud mental de las enfermeras. Además, Friese considera que se enfrentan, adicionalmente, a otras situaciones en el hogar que les causa todavía más estrés como es el cuidado de los niños o personas mayores.
Desde el Consejo General de Enfermería, el presidente de la institución, Florentino Pérez Raya, advierte que «la salud mental de los profesionales sanitarios que trabajan en primera línea de batalla se ha visto comprometida durante toda la pandemia presentando niveles medio-altos de ansiedad (llegando hasta el 44% en algunos estudios), depresión (25%), preocupación e insomnio (38%), y, en menor medida, estrés. Todo esto representa una alta vulnerabilidad en la esfera emocional y psicológica de los profesionales sanitarios, que puede generar un incremento de ideas suicidas».
“La actual crisis por la pandemia de la COVID-19 ha vislumbrado aún más si cabe no sólo los déficit en relación a los bajos ratios de profesionales, y más en concreto, de los ratios enfermeros, con las graves repercusiones de esto en la salud y bienestar poblacional, sino además, el descuido por parte de los organismo y las propias administraciones en el cuidado del colectivo enfermero, así como del resto de profesionales sanitarios”, destaca Carlos Aguilera-Serrano, secretario de la Asociación Española de Enfermería de Salud Mental (AEESME).
En este sentido, Aguilera-Serrano puntualiza que “apenas se ha venido prestando atención a la importancia y el sentido que debe tener el cuidado de uno mismo por parte de los propios profesionales. Y con esto nos referimos al valor del autocuidado como estilo de vida saludable, aspecto esencial en cualquier estrategia de prevención frente al suicidio”.
El estudio también analizó el riesgo de suicidio entre los enfermeros, pero no se ha resaltado que sea mayor que el de la población masculina en general. Friese dice que una de las causas para no buscar ayuda es el estigma que producen estas situaciones. “Los empleadores deben facilitar las cosas a los sanitarios”, subraya.
Estos hallazgos no hacen más que resaltar la necesidad de llevar a cabo programas de bienestar de alta calidad para las enfermeras, ya que tienen un 90% más de probabilidades de experimentar problemas en su trabajo y entre un 20 y un 30% más de estar deprimidas que la población general.
“El suicidio no es ya solo un problema de salud pública en muchos países, sino que se ha convertido en una emergencia sanitaria y social a nivel mundial a la que debemos dar una respuesta conjunta, coordinada e integrada con intervenciones multisectoriales efectivas y mantenidas en el tiempo, y sobre todo, con un valor preponderante en todo lo concerniente a la promoción de la salud mental positiva y aspecto preventivos”, puntualiza Aguilera-Serrano, de la AEESME, que apunta la necesidad de valorar el trabajo de las enfermeras especialistas en Salud Mental, “profesionales altamente preparadas para abordar las reacciones emocionales en las distintas etapas de la vida, y para apoyar el fortalecimiento del autocuidado de las redes informales de cuidado y de los factores de resiliencia de las personas, familias y las comunidades, siendo fundamental para ejecutar acciones de promoción de salud mental y prevención de problemas, entre ellos, el suicidio”.
Los investigadores han analizado los datos de mortalidad desde 2007 a 2018, identificando 2.374 suicidios entre enfermeras, 857 entre médicos y 156.141 entre el resto de población.