ÁNGEL M. GREGORIS.- Jojo es un niño con pocos amigos, que vive en la Alemania nazi, está inscrito en las juventudes hitlerianas y tiene como guía a un compañero imaginario, que no es otro que Adolf Hitler. La inocencia y la ignorancia que da la edad le hacen creerse un discurso que poco a poco irá desmontando a medida que va conociendo la realidad.
El niño, que vive con su madre, Rosie, interpretada por la nominada al Óscar Scarlett Johansson, descubre que en su ático se esconde una niña judía, que le enseñará y le hará madurar a pasos agigantados.
Contada con un humor satírico, Jojo Rabbit muestra una caricatura del régimen fascista y nos adentra en un drama que va más allá de las risas. Una guerra que mató y persiguió a millones de personas y que mostró la crueldad a la que puede llegar el fanatismo. A través de los ojos del menor, el espectador consigue respuestas y también abre muchos interrogantes sobre cómo se vivió aquella época y sobre cómo manipulaban las mentes de los más vulnerables.
Mundo desconocido
Un largometraje que tienen que ver los adultos, pero también los niños porque les enseñará con risas y llantos esa parte de la historia, que no hay que olvidar y tampoco repetir. A medida que avanza la película, Jojo va abriendo su mente y descubriendo un mundo hasta ese momento desconocido. Poco a poco, se va dando de bruces con la realidad.
Hay un momento clave en el filme para su cambio radical. Un momento durísimo que cambia el ritmo de la historia y también el pensamiento del joven. Un momento que le hace reflexionar y entender muy bien todo lo que está viviendo y que desencadenará en lo que será el desenlace de la película y, probablemente, el inicio de su verdadera vida en libertad.
Taiki Waititi dirige una de las películas del año y encarna también uno de los papeles más complicados, el de un Hitler ridículo que tiene la mentalidad de un niño. Sin duda, un gran ejercicio de interpretación y una enseñanza para todos.