RAQUEL GONZÁLEZ ARIAS.- El abuso en la ingesta de refrescos, batidos, galletas, bollería, pizzas y helados se traduce en que el 25% de las calorías que consumen niños y adolescentes se consideran vacías ya que proceden de azúcares añadidos y grasas saturadas y trans. Son los resultados de un estudio presentando en la conferencia virtual del Nutrition 2020 live online, organizado por la Sociedad Americana para la Nutrición, ASN por sus siglas en inglés.
Su investigadora principal, Edwina Wambogo, profesora del Instituto Nacional del Cáncer americano, ha hecho hincapié en la necesidad de conocer mejor qué es lo que realmente consume esta población: “Debemos investigar más sobre los alimentos y bebidas que toman niños y adolescentes y de esa forma ver cómo podemos promover una alimentación más saludable”.
Los datos obtenidos en el estudio parten del análisis de la encuesta nacional de salud y nutrición desde el período 2007-2008 hasta 2015-2020 y edades comprendidas entre los 2 y los 18 años de edad.
El análisis puso de manifiesto que a pesar del elevado porcentaje de calorías vacías detectado, la tendencia de este consumo era a la baja sin que esto se hubiera traducido en una reducción de la ingesta de calorías total. «Esto se debió principalmente a la disminución de la ingesta de azúcares añadidos, incluidos los de refrescos y bebidas de frutas», ha explicado Wambogo.
Aún así, los investigadores reconocen que se trata de un consumo muy elevado de calorías vacías, porcentaje que era mayor a medida que aumentaba la edad objeto de observación. Aunque la fuente de estas calorías vacías permaneció invariable durante todos los años que ha abarcado el estudio, se ha visto que mientras en los niños más pequeños estas procedían de zumos y batidos de frutas, con el paso del tiempo se iban decantando por otros productos como bollería, pizza y refrescos.
Pasar a la acción
A partir de estos hallazgos, los investigadores proponen implementar medidas dirigidas específicamente a mejorar los hábitos alimenticios de jóvenes y pequeños. Entre ellas, mayor educación nutricional, promoción de la comercialización de productos saludables frente a los no saludables, reformulación de algunos productos para reducir los azúcares añadidos y grasas trans y garantizar la disponibilidad de alimentos beneficiosos para la salud frente a otros cuyo efecto es perjudicial.
Asimismo, este grupo de estudio está valorando la realización de un análisis de seguimiento que introduzca también la variable de ingresos familiares para conocer en qué medida el nivel de renta tiene un impacto en la alimentación y analizar hasta qué punto el consumo de refrescos y otras fuentes de calorías vacías influye en la ingesta total de calorías.
Alcohol: calorías vacías y afectación cerebral
Para Marilourdes de Torres, delegada de Nutrición del Consejo General de Enfermería y coordinadora del Comité Científico de ADENYD (Asociación de Enfermeras de Nutrición y Dietéica), los resultados de este estudio coinciden con los que en este sentido se han realizado también en nuestro entorno y reconoce que si bien es cierto que “la industria de alimentos procesados y bebidas, en general, se ha involucrado y demuestra su interés en colaborar y presentar productos cada vez más saludables, sigue sin desterrar del todo aquellos que son perjudiciales”.
Las enfermeras, explica, “somos un pilar fundamental de la educación para la salud y ahí se integra una alimentación variada, saludable y sostenible”. En estos momentos, asegura, “nos preocupa enormemente el aumento de la ingesta de alcohol, que es el ejemplo palpable de las calorías vacías para el aumento de la obesidad, pero también de las huellas indelebles en el comportamiento del desarrollo cerebral”.