ÁNGEL M. GREGORIS.- Una sola píldora con dosis bajas de tres medicamentos para tratar la presión arterial alta y el colesterol reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular en un 25%, tal y como desvela un estudio publicado en el New England Journal of Medicine (NEJM). Según el autor principal Thomas Wang, se estudiaron previamente medidas para prevenir las enfermedades cardiovasculares en aquellos países con ingresos medios y bajos donde existen barreras para la atención médica.

En esa ocasión, la investigación se ha llevado a cabo con adultos de ingresos bajos, principalmente adultos negros de un centro de salud de Alabama (EE.UU.) y establece grandes pautas sobre cómo extender estos hallazgos a otros entornos.

“Esta píldora puede abordar algunas de las barreras que contribuyen a las disparidades de salud que hay según la geografía, la clase socioeconómica y otros parámetros que sabemos que han existito en este país y en otros desde hace tiempo”, afirma Wang, que recalca que “a pesar de los avances en prevención, las enfermedades cardiovasculares siguen siendo el asesino mundial número 1 tanto de hombres como de mujeres”.

El ensayo aleatorio y controlado se llevó a cabo en 303 adultos (96% negros, 60% mujeres y 75% personas con un ingreso anual inferior a 15.000 dólares) y la mitad tomaron una píldora diaria durante 12 meses y la otra mitad continuaron su atención médica habitual. Los participantes se sometieron a un examen médico estándar, medición de la presión arterial y pruebas de colesterol durante su primera visita, dos meses después y un año después.

Al finalizar el año, los participantes del estudio que habían tomado la píldora disminuyeron su presión arterial en un promedio de 7 mm/Hg y redujeron los niveles de colesterol en comparación con los que siguieron en el grupo de atención habitual, lo que se tradujo en una reducción estimada del 25% en el riesgo de experimentar un evento cardiovascular.

«Los pacientes que buscan atención en los centros de salud comunitarios tradicionalmente han estado subrepresentados en los ensayos clínicos. Necesitamos comprender mejor qué funciona y qué no en estos entornos para que podamos mejorar los resultados para nuestros conciudadanos que pueden ser los más vulnerables», afirma el autor principal del estudio, Daniel Muñoz.